Durante una sesión de psicoterapia, Benoît de quince anos de edad pregunta si puede hacer una pintura con su sangre ; pintura que el realiza en seguida en su casa y que describe a la siguiente sesión : los ojos de Horus, que el ha encontrado en Internet. El presenta una severa depresión y proyectos suicidarios, el se escarifica y presenta una fragilidad narcísica masiva y la problemática de alteración de identidad esta en el primer plano. Benoît asume su depresión y comenta su fascinación por sus cicatrices y sus escarificaciones, el asimila su necesidad de ver correr su sangre a una dependencia a una droga. El quiere cortarse y tiene necesidad de hacerlo pues de este modo el se siente existir. Los vínculos de sangre que se han vuelto ensangrentados, aquí, lo une estrechamente a su hermana gemela. El dice que el no sufre cuando se corta, el se vive en la adversidad y se siente y paradójicamente se endurece… El dolor lo fortalece y así mismo refuerza los límites del ego y su yo. El trata de esta manera su gran sensibilidad un rasgo que lo sigue desde su infancia. Para el es el signo de su fragilidad y su pasividad… que se opone a la violencia, el poder y la fuerza que el siente en sus comportamientos auto agresivos. Miradas : la suya sobre su sangre y su pintura… El lugar que ocupa la mirada, las miradas, los ojos de Horus, la mirada interior de Benoit sobre su sangre que corre, sus cicatrices ; buscando así apropiarse de un cuerpo y un psiquismo que cambian y lo amenazan. La mirada de sus padres que sufren ; el los sabe en la sideración. Ellos están llenos de pánico al comienzo pero su mirada evoluciona. La mirada del terapeuta sobre la pintura, su creación « adolescente », y el valor del mito en la terapia. El terapeuta, la psicoterapia de los ataques del cuerpo restablecen lo visual, respondiendo a la solicitación de la mirada, en el marco de un intercambio que asocia creación y representación y apertura de sentido.
Adolescence, 2011, 29, 2, 339-353.