La adolescencia es un paso, una transición, una mutación. Ella no se funda más en las virtualidades propias a la infancia ni según la realización de la edad adulta. La adolescencia corresponde al tiempo de potencialidades y se establece en la categoría de lo potencial : la adolescencia es una « pujanza » en los dos sentidos del término. El horizonte de su cuestionamiento no es más un enigma (como es el caso durante la infancia); tampoco corresponde a un misterio (por la edad adulta) pero es un (desvelo y apocalipsis). El mecanismo psíquico que regula la relación a lo simbólico no es más una desaprobación (que organiza la relación de la infancia en lo que se refiere a la diferencia de sexos y a la finitud) pero es la denegación (correspondiente al advenimiento de un procesus segundario).