La adolescencia, es un segundo nacimiento con toda la resonancia traumática que ella puede inducir en los padres. En nuestros días cada vez más temprano, el comienzo de la pubertad, es un momento precioso para un tratamiento analítico de un riesgo psicótico. La segunda fase, el nacimiento simbólico a la vida adulta, debe ser el de la integración de los actos, de la masturbación y de los límites en una identidad abierta al amor gracias al duelo de la infancia y de los objetos edipicos.
El estudio francés sobre los agresores sexuales llevado a cabo entre 1993 y 1996 en 18 servicios médico-psicológicos regionales compara dos grandes grupos : el de los agresores sexuales y el de los autores de lesiones voluntarias (grupo testigo). Dicha investigación demuestra que los agresores sexuales fueron niños y adolescentes mejor integrados a los circuitos escolares que los sujetos del grupo testigo. Sin embargo, entre los agresores sexuales las pesadillas reflejan desde muy temprana edad un hondo sentimiento de inseguridad, dando lugar a un mayor número de consultas psicológicas o psiquiátricas (dos veces más frecuentes que en el grupo testigo) por trastornos del sueño durante la infancia y la adolescencia. Entre los motivos de consulta se mencionan ya comportamientos sexuales peculiares y agresiones sexuales caracterizadas. Tanto las relaciones sádicas severas como una tendencia precoz a la crueldad abierta contra los animales, aun tratándose de mascotas, caracterizan a los agresores sexuales. Otro rasgo preponderante se traduce, en más de la tercera parte de los casos, por un abuso sexual antes de los diez años que, en tres cuartas partes de los casos, se tornará una agresión múltiple o repetida durante la infancia y la adolescencia. No obstante, la exploración de los inicios de la vida sexual indica que muchos de los sujetos estudiados fueron víctimas de abusos sexuales cometidos por hombres o mujeres pertenecientes a su entorno familiar, sin que a los sujetos les sea posible concebir dichos actos como agresiones. Lo anterior conduce al autor a plantear la hipótesis de que los agresores sexuales observados viven una » seducción primaria continua » cuya culminación lógica sería el acto de agresión, presentado a menudo como una » iniciación « . Finalmente, el estudio indica que el acto de abuso sexual funciona desde la adolescencia como un comportamiento antidepresivo.
Revue semestrielle de psychanalyse, psychopathologie et sciences humaines, indexée AERES au listing PsycINFO publiée avec le concours du Centre National du Livre et de l’Université de Paris Diderot Paris 7