Habiendo comprobado la considerable magnitud otorgada a la prevención del sida dirigida a los adolescentes y a los jóvenes, pese a que la epidemia atañe poco a esas categorías de población, el autor desarrolla una reflexión sobre la complejidad de las representaciones sociales que asocian al sida con la adolescencia, a partir del postulado según el cual tales categorías son el resultado de un “ trabajo ” de las instituciones sociales. Así, al desarrollar un discurso preventivo en torno al sida, dirigidos a esas categorías, se integra al sida dentro de un discurso consensual, en lugar de hablar en nombre de categorías marginales (homosexuales, toxicómanos, emigrantes provenientes de África). Al dirigirse a esas dos categorías, se ponen en juego modelos de función social (la institución biográfica en el caso de la adolescencia, el grupo territorial en el caso de la juventud). Esta lectura de la acción de prevención saca a la luz la escisión política subyacente : por un lado, los adolescentes que deben ser protegidos de los riegos asociados con el sida ; por el otro, la juventud, que debe ser protegida de los riesgos que el sida hace correr a la sociedad