De lo mística, no se puede hablar y no se puede no hablar. Ello consiste a quedarse en la ilusión y la tensión de las paradojas tales que la vida y la muerte, por medio de un relance de los procesos del adolescente que Etty Hillesum sitúa a partir de la pubertad. Ello nos envía a lo originario y se trata de salir de ello. Es todo el objetivo de su encuentro con su psicólogo, Julius, Spier, dicho encuentro es en un primer tiempo erotizado, en la trasgresión, luego es idealizado y sublimado en el descubrimiento a la vez de la capacidad de estar solo, de pensar, de sonar, de rogar por los dos buscadores de Dios.
La experiencia mística se enraíza alrededor del sentimiento de gozo, la trasgresión y la muerte.
La mística de lo cotidiano, puede decirse en la economía psíquica del sujeto en los movimientos de una sobre-inversión libidinal o de retiro de la inversión y re-inversión en la realidad cotidiana que aporta una energía renovada, por ello, aprofundizar y alargar el espacio psíquico y espiritual, el interés hacia los otros, y la misión a cumplir, el testimonio a dar. Tal fue el camino quede Etty Lillesum, místico que se quedo en camino hacia la muerte, la sobre vivencia a sobrevivir en su diario, Una vida destrozada, escrita entre 1941 y 1943 de Amsterdan a Auschwitz.
Adolescence, 2008, T. 26, n°1, pp. 23-39.