El autor propone la puesta en correspondencia las numerosas figuras adolescentes mártires y criminales de la obra del escritor Mishima con su vida, trayendo una reflexión sobre el masoquismo y el sadismo comprendido como el después golpe de experiencias traumáticas y relaciones patógenas precoces. Mientras Mishima consiguió sublimar realizando una obra literaria, el masoquismo pudo utilizarse como« encargado de vida » en una tentativa de rebasamiento del trauma y en el después golpe, portador de un mensaje que pretendía elaborarse, sin embargo el escritor parece haber sido desbordado a continuación por el potencial de destrucción de los impulsos de muerte désintriquées, llevado por un masoquismo mortífero hasta hacer trabaja de desaparición, sin haber podido vendar las heridas narcisistas primordiales, ni la falta de objeto primaria.