Todo aquello que el estado amoroso suscita en el sujeto activa y reactiva a Eros, tanto sus figuras dichosas como sus lágrimas. El autor propone dos derroteros clínicos inspirados por el tema de los amores adolescentes : por un lado, una auténtica neurosis de amor ; por el otro, una adicción amorosa. Dos ejemplos clínicos ilustran dicha reflexión.
Archives de catégorie : ESP – Expériences d’ amour – 1998 T. 16 n°2
SIMONE DAYMAS : PRIMER AMOR
El adolescente atrapado en las redes del primer amor sufre una fractura narcisista brutal, pero se engaña manos que el adulto en torno a la realidad deseante del objeto. Sabe que su deseo se nutre solo, que vivirá el desencanto y el duelo del primer amor.
Todo adulto conserva por aquel primer amor cierta nostalgia que le servirá de referencia en las vicisitudes del destino.
CHRISTIAN DAVID : AMAR ES CRECER
Durante la adolescencia, la novela familiar cede su lugar a una » autoficción de anticipación « , organización que auxilia las transformaciones adolescentes y permite al sujeto desprenderse de la influencia de las ímagos paternas y de las rigideces superyoicas asociadas.
El nacimiento del estado amoroso puede deberse en buena parte a la súbita coalescencia que opera entonces entre autoficción de anticipación y actualización » exquisita » del encuentro afectivo.
FRANÇOIS VILLA : ANÁLISIS DEL NACIMIENTO DE UN SENTIMIENTO AMOROSO. FRAGMENTO CLÍNICO
Un fragmento clínico arroja aquí nuevas luces sobre la relación que existe entre el estado de desamparo original y el estado amoroso. Durante esta secuencia, sobreviene une erotización de la transferencia, cuando el paciente vive una anticipación de potencialidades corporales que le eran desconocidas ; le parecen estar al alcance de la mano y al mismo tiempo inaccesibles. De ahí un inmenso sentimiento de soledad, de desamparo, mientras que la presencia del terapeuta adquiere tal intensidad y tal relieve libidinal que se convierte en el centro de la atención del paciente.
ROLAND LAZAROVICI : EL AMOR DEL OBJETO PERDIDO. NOTAS OBRE LA EROTOMANIA
La adolescencia es un tiempo propicio para multiplicar las opciones amorosas. Sin embargo, lo que nos llamó aquí la atención, a partir de dos fragmentos clínicos, fue la fijación en torno a la elección de un objeto en ambas historias. Se inicia así una discusión sobre la noción de erotomanía a esa edad, así como sobre la naturaleza particular de los movimientos afectivos relacionados con el » primer objeto » perdido.
JEAN-MARC CHAUVIN : MEANDROS DE LA OBJETALIZACIÓN
En función de las experiencias afectivas hirientes y frustantes, los adolescentes de alto riesgo abandonarán el ámbito de la escena objetal – donde la vivencia del odio, aval del lazo con el objeto, sigue siendo posible – para caer regresivamente en la destrucción del lazo objetal y la desimplicación narcisista. Parte del trabajo de la adolescencia se sitúa en el deslizamiento que opera entre dos polos del odio y lo destructivo. Cabe entonces considerar un tratamiento analítico, para mantener abiertas las posibilidades de reposicionamiento.
BLANDINE FOLIOT : DE UN ESTADO AMOROSO AL OTRO
Durante la adolescencia, el estado amoroso que surge en el transcurso de ciertos tratamientos analíticos– sobre todo cuando se viven trastornos graves del comportamiento alimenticio – es un acontecimiento psíquico que manifiesta un reposicionamiento libidinal, narcisista y objetal. Constituye el indicio de un desprendimiento de una posición melancólica subyacente ; resulta necesario ponderar entonces los alcances psíquicos y las implicaciones transferenciales. Efecto de cierto trabajo de duelo respecto al objeto originario, dicho reposicionamiento conlleva la esperanza de que un nuevo objeto pueda encontrar lugar dentro del yo.
CLAUDE SAVINAUD : PASIÓN DE LO SIMBÓLICO
Habiendo comprobado clínicamente que, durante la adolescencia, ciertas patologías narcisistas fracasan ante la realización de una implicación libidinal – a raíz del amor-odio dirigido hacia la figura paterna grandiosa y obscena –, el autor desarrolla aquí la idea de un tipo de implicación pasional en la dimensión simbólica capaz de rebasar al representante imagoico caído en desgracia, en favor de un decir (parole) significante, creador, que apunta a un más allá del objeto. Dicha implicación ofrece las características de un » estado amoroso « , por el desprendimiento del sujeto y la idealización del otro más allá de toda satisfacción.
PHILIPPE GUTTON : [SIN TÍTULO]
Este artículo propone distinguir tres modelos de experiencia amorosa durante la adolescencia. El primero y más clásico pone en evidencia la problemática narcisista-pulsional, con la capacidad regresiva en la relación con el objeto. El segundo modelo es sensible a la puesta en escena condensada en la secuencia de amor de las historias adolescentes, reencontradas así de manera diferente. El tercer modelo postula que el amor adolescente alcanza su pleno desarrollo en relación con una tercera figura, ficticia y siempre parental. Cada experiencia construye una nueva tiercité (tercería, mediación de un tercero), cuya misión consiste en autointerpretar las adolescencias en curso.
PHILIPPE GIVRE : AMORES MUSICALES Y MUSICALIDAD DE LOS AMORES ADOLESCENTES
A partir de los trabajos de Roland Barthes, quien establece una equivalencia entre música y discurso amoroso, el autor intenta demostrar cuán estrechamente se intrincan la temporalidad singular de la adolescencia, la música y el estado amoroso. Si bien parece difícil hablar de una distracción amorosa del adolescente, los afanes adolescentes parecen centrarse enteramente en torno a la búsqueda del alma gemela así como la definición de melodías musicales capaces de traducir esa emoción. Ahora bien, dichos afanes – susceptibles de adquirir una tonalidad obsesiva – pueden verse sosegados mediante ritmos y sonoridades musicales que entran en correspondencia con las vivencias pubertarias. El discurso amoroso del adolescente hallaría de manera selectiva su traducción en las opciones musicales escogidas al atravesar lo pubertario y el adolescens. Así, la escucha musical tendría por virtud la capacidad de acompañar y sostener el movimiento de transformación del objeto de amor, a condición claro está de que el potencial sublimatorio pueda ser convocado por el adolescente y contribuya a la maduración de las opciones estéticas. Al ofrecer una rítmica armoniosa y cualidades sensoriales melodiosas, las músicas consensuales que acompasan la fase de latencia y la entrada a la pubertad alimentarían – gracias a sus virtudes apolíneas (placer de la forma apropiada) – una visión armoniosa de la existencia, antes de ceder su lugar a músicas más sofisticadas y torturadas, de tinte dionisiaco, que mantienen el mito de la Unidad primitiva y de la complementaridad de los sexos al tiempo que abren hacia una visión trágica de la existencia.