La primera relación sexual del adolescente constituye un momento singular de cambio de su ser en el mundo (de su relación con el mundo), imprimiendo huellas en su cuerpo y en su psique. Si bien forma parte integrante de su devenir adulto, no forzosamente hace de él un adulto. Tomando en cuenta la carga de excitación que la experiencia implica, ésta puede ser considerada como un trauma a la vez necesario y constructivo para la evolución del sujeto, que se halla aquí enfrentado a la cuestión fundamental de su deseo y de su goce.
Basándome en cierta lectura de la problemática del trauma, de la repetición y de la pulsión de muerte según Freud, propongo ver en el « rauma » de la primera relación sexual del adolescente una especie de « objeto de perspectiva » para la psique, que hace intervenir una « repetición anticipadora »; esta última permite lidiar con los aspectos desestructurantes que el « trauma » imprime a la psique. Sobre todo, atenúa la carga de excitación, al elaborar de manera « parcial » y previa, mediante la o las repeticiones incluidas en ese acto, el efecto traumático del surgimiento inesperado del otro dentro de sí, el otro sí mismo que se revela en el momento culminante del goce y con el que habrá de enfrentarse el adolescente en su proceso para volverse adulto.
Para ilustrar esta problemática, se recurrirá al caso de un adolescente cuyos síntomas obsesivos, desahogados a través de las fantasías durante la psicoterapia, podrían ser interpretados retroactivamente como síntomas relativos a dicha « repetición anticipadora ».