La pubertad, obliga al sujeto autista a un trabajo psíquico y el paso por la corporeidad conlleva efectos integradores sobre el psiquismo. El otro enigma es que se transforma en la cible de toda solicitación erotizada. La pusión sexual estará al servicio de una construcción identitaria/narcísica. El pubertario autístico encuentra un desenvolvimiento en una realidad fetichista, fuera del « adolescens ».