Al final de su vida, François Mauriac, evoca su convicción delirante que lo acechó brevemente cuando tenia una decena de años : Su padre decedido cuando el no tenía más que veinte meses, en realidad estaría aún en vida. Apoyandonos sobre los elementos de la vida del autor, y particularmente sobre la relación intima a la fé cristiana ; proponemos la hipótesis que la pubertad ha sido para el jóven muchacho, el momento de una importante efracción psíquica suceptible de provocar movimientos regresivos sin establecer una estructura psicótica. Este periodo casi patológico vendría a ser como una tentativa de mitigar la carencia del padre a travéz de una creación alucinatoria.