A la hora de la contracepción banalizada y del prolongamiento de los estudios los embarazos a la adolescencia aparecen como un desafio al tiempo socialmente prescrito en materia de fecundidad y suscita generalmente inquietud e incomprensión.
El objetivo de este artículo es de mostrar como el discurso de un saber contribuye a reconfortar la idea de una edad socialmente requerida al primer embarazo. Contrariamente a una literatura medicalizada y normativa y sobre la base de investigaciones de terreno igualmente se tratará de reinterrogar algunas ideas preconcebidas en la materia y de esquizar otras pistas explicativas de esos embarazos « culturalmente » precoces.