En el contexto contemporáneo, caracterizado entre otras cosas por la penuria de los caminos trazados hacia la autonomización, adolescentes rivalizan en originalidad para avanzar en armonía con la sociedad de consumo y de la imagen. Por lo que, a pesar de su falta de resistencia, el imperativo de afirmación de sí mismos les pide investir ciertas dimensiones de la existencia para preservarse del sentimiento de heteronomía. Invistiendo singularmente la temporalidad, particularmente entregándose a actos de desincronización, creando deliberadamente situaciones urgentes y provocando experiencias simbólicas de ubicuidad, los jóvenes vuelven a definir sus relaciones en función de las limitaciones temporales que imponen los ritmos de la vida colectiva. La temporalidad se revela pues como un material de la autonomía.