El odio es de naturaleza profundamente narcisista, traduce una defensa arcaica, es una protección extrema contra la amenaza de un derrumbe psíquico y del narcisismo. El odio puede ser inofensivo o al contrario agresivo y destructor buscando a abolir la alteridad. Durante la adolescencia, el movimiento afectivo del odio hacia los padres y globalmente hacia el entorno parece ser necesario puesto que el adolescente tiene el sentimiento de ser « mal visto », pasivo o feminizado.
Adolescence, 2015, 33, 2, 277-288.