La rapidez de los cambios sociales actuales nos obliga a interrogarnos en torno a aquello que funda el ingreso a la vida adulta. Ser adulto parece una modalidad de funcionamiento psíquico, sujeta a fluctuaciones, antes que un estado. Dicho modo de funcionamiento se refiere menos a un ideal absoluto que a las potencialidades de un sujeto dado dentro de un contexto dado. Por lo tanto, radicaría en la capacidad del yo para dar cabida a lo sigue siendo infantil en cada uno de nosotros y para permanecer en contacto con ello, sin verse ni rebasado ni amenazado.