El inicio de la adultez se caracteriza por la capacidad de desear tener hijos y de desarrollar fantasías al respecto, y por el arte de convertirse en padre o madre. El adolescente capaz de procrear reprime o niega las representaciones incestuosas demasiado a flor de piel que podrían verse asociadas con dichos deseos y fantasías. Desde este punto de vista, el autor reflexiona en torno a las conductas patológicas que semejante convicción suscita durante la adolescencia.