Por una parte las instituciones de adolescentes, reciben todo tipo de solicitaciones, de otra parte, la extensión de la delincuencia tiene como efecto la socialización del crimen. En consecuencia, el terapeuta puede ocuparse de situaciones que se encuentran y cohabitan tanto en lo penal, como en lo social y en lo clínico. Así fue el caso de un joven criminal que recibimos. De parte la complejidad de la practica clínica, el terapeuta debiendo poder responder de una eventual recidiva, aquí se da cuenta de la opción clínica tomada, la cual privilegia el fantasma mas que la pulsión. Es la manera que nos parece lo más honesta para asumir nuestra responsabilidad social.
Adolescence, 2013, 30, 4, 945-956.