niciar la vida adulta representa un verdadero hito psíquico que pone a prueba el yo, enfrentándolo a un relativo desencanto, a la pérdida de un objeto de amor infantil. Durante ese período singular, la experiencia del sueño ejerce una función esencial, pues aparece como una vía interior, como una senda privilegiada que permite retornar hacia las fuentes pulsionales e inconscientes y escapar a la depresión.
Pensamientos o mociones de pensamiento censurados durante la vigilia son visualizados durante el sueño; sometiéndolos a cierta deformación, la experiencia onírica permite transponerlos en imágenes. Estas últimas, nuevamente transformadas durante la actualización que acompaña el despertar, habrán de redistribuirse e insertarse en el yo y en la vida psíquica, cuyos límites contribuyen a ampliar