Después de una pequeña rememoración etnológica e histórica, el autor pone en relieve el trabajo del encierro psíquico mostrandonos como ese encierro supone una escenarización.
A partir de un ejemplo clínico e insistiendo sobre la dimensión de la escena y sobre la noción de grupos internos, el autor, nos muestra como los momentos de encierro durante la adolescencia se inscriben en un contrato inconsciente entre el adolescente y el mundo adulto. Lo que aparece, es que el encierro se situa en una problemática de la intrusión que nos envía a la insuficiencia originaria del sujeto humano. El trabajo de grupos internos que oscila entre vínculo hacia el otro, apropiación de sí y encierro, tiene por función la transformación del estado traumático que el autor define como un estado subjetivo y ambiguo que confronta al sujeto con la indecisión y a la imposiblidad de destinar sus pulsiones . La invención de un vínculo de incompatiblidad es una tentative de salir de ese estado y conlleva el trabajo de grupos internos.