e plantea aquí una serie de interrogantes que quizá arrojen nuevas luces sobre la especificidad de los aspectos intrapsíquico e interpersonal del « joven adulto », comparados con los factores que caracterizan al « adolescente ». ¿Proponer un tratamiento analítico a un « joven adulto » difiere acaso del tratamiento analítico iniciado con un « adolescente »? ¿Puede afirmarse que el primero debería ser objeto de una cura analítica « clásica » y el otro no? En caso de que así sea, ¿cuáles son los argumentos utilizados?